Vivir con una enfermedad crónica es un desafío que va más allá de los síntomas físicos; a menudo implica cargar con un compañero silencioso y debilitante: el dolor. Esta persistente sensación no solo afecta la calidad de vida, también se asocia con depresión, aumentado carga emocional significativamente. Un aspecto particularmente doloroso para muchos pacientes es la invalidación de su experiencia por parte de su círculo cercano, lo que agrava su sufrimiento y sensación de aislamiento.
A diferencia de dolencias con manifestaciones visibles, el dolor crónico no se ve, lo que puede llevar a que los malestares sean minimizadas o incluso negadas por quienes les rodean:
”No parece que te duela tanto”: basados en la falta de signos externos evidentes y puede ser profundamente hiriente. Sugiere que la intensidad del dolor que la persona experimenta no es real o es exagerada. A esto se le suma los comentarios que restan importancia al dolor, comparándolo con molestias cotidianas o sugiriendo que “todos sentimos dolores”, pueden hacer que la persona se sienta incomprendido y solo en su sufrimiento.
Cuando las pruebas médicas no arrojan una explicación clara para el dolor, algunos pueden insinuar que es “psicológico” en un sentido peyorativo, sugiriendo que el dolor no es genuino sino producto de la imaginación del paciente, junto con la expectativa de que el paciente debe poder realizar las mismas actividades que una persona sana, a pesar de su dolor crónico, lo que genera una presión constante y contribuye a la sensación de fracaso e incomprensión de la persona afectada.
Esta invalidación por parte de familiares, amigos, compañeros de trabajo o incluso profesionales de la salud puede tener consecuencias devastadoras en el bienestar emocional del paciente. Convirtiéndose en un factor de estrés crónico que puede desencadenar o exacerbar la depresión. Sentirse incomprendido y no apoyado en medio del sufrimiento físico puede terminar la resiliencia emocional.
El dolor crónico, la invalidación y la depresión crea un círculo vicioso donde la falta de reconocimiento del dolor intensifica el malestar emocional, y a su vez puede influir en la percepción del dolor.
El reconocimiento de las dolencias es el primer paso para mejorar de calidad de vida de nuestro prójimo. Reemplacemos la invalidación con la comprensión y la empatía, vamos a crear un entorno más favorable para las personas con dolor crónico, ayudándolos a enfrentar mejor su sufrimiento y a reducir el riesgo de desarrollar depresión.
